Universidad del futuro:
Se necesitan verdadero luchadores del progreso, hombres dispuestos a inventar un mundo diferente, individuos creativos, y esa creatividad esperada es obligación de los maestros, visionarios que girando con temple y fortaleza el timón, lleven a todos los estamentos universitarios a ejercer el rol vanguardista que deben tener al interior de la sociedad. Los Docentes deben ser capacitados, poseedores de especializaciones, maestrías y doctorados, con dedicación exclusiva o tiempo completo, autores de investigaciones y publicaciones, agrupados en gremios o asociaciones científicas, personal capaz de descollar dentro del mercado de la educación, y con profunda estructuración pedagógica. Estos luchadores serán los facilitadores, para que la Universidad pueda establecer un diálogo amplio hacia su interior como hacia el exterior. Líderes que impongan la formación de hombres y mujeres íntegros, de estructuración elaborada, alumnos de elevada calidad, con una gran fundamentación humanística, llenos de una ética de servicio hacia su comunidad, interesados en la investigación de la problemática cotidiana, capaces de innovar, de generar cambios, cambios que a su vez deben ser el motor del progreso y desarrollo de la sociedad. Egresados que no vean en su profesión un instrumento para el enriquecimiento rápido y/o ilícito, ni que la búsqueda del titulo, sea para coleccionar papeles destinados a decorar o embellecer las paredes, olvidando las implicaciones sociales que pueden tener esos estudios universitarios realizados.
La Universidad debe actualizar el saber. La Universidad debe estar en su contexto cultural e histórico, capaz de generar dignidad social. La Universidad debe producir hondas repercusiones en la estructura social, ya que en ella están las raíces de la eterna violencia vivida en el países, desde las edades neonatales de la República. La Universidad debe ser la cabeza, debe propender por un mejoramiento continuo, siendo futurista y no sólo profesionalizante. Debe estar inmersa en el interior de la problemática diaria, siendo abierta, receptiva, dispuesta a la auto evaluación, acreditada, una Universidad permanente, que eduque para la vida, para la paz, para la tolerancia. Una universidad esencialmente humanística, centro de formación donde reine la equidad, la calidad y lo relevante, institución capaz de generar crecimiento personal, despertando en el egresado la consciencia que ese crecimiento debe ser volcado sobre la sociedad para impulsar el desarrollo del país.
Debe la Universidad entrar a tomar parte de la lucha contra la violencia, ejerciendo una actividad preventiva. Tiene la universidad la obligación de entrar a preparar una nueva generación de individuos más comprometidos con la realidad, la nación, la historia y las nuevas condiciones. Debe la universidad abandonar la preparación en el aspecto puramente profesional de sus egresados. Debe generar una cohorte de egresados que con un conocimiento y una estructuración personal sólida, sean las bases para la destrucción de la corrupción, otro de los puntos de importancia en la génesis de la violencia cotidiana.
Algunos países, que hace apenas cincuenta años quedaron en la ruina y en la destrucción total, tras la Segunda Guerra Mundial, han florecido de nuevo, creciendo imponentes sus ciudades y por tanto sus gentes, sus pueblos, llegando a alcanzar elevados indicadores económicos y demográficos. La Universidad en ellos ha sido un instrumento importante para la reconstrucción y el establecimiento del desarrollo. Una universidad con metas y objetivos bien señalizados, verdaderas escuelas pedagógicas. Universidades que asumieron el reto del avance y desarrollo de la tecnología. Universidades de curriculum flexibles e interdisciplinarios, abiertas y permanentes, que prepararon el recurso humano que cumple un papel generador de progreso en el seno de la sociedad.
La Universidad debe actualizar el saber. La Universidad debe estar en su contexto cultural e histórico, capaz de generar dignidad social. La Universidad debe producir hondas repercusiones en la estructura social, ya que en ella están las raíces de la eterna violencia vivida en el países, desde las edades neonatales de la República. La Universidad debe ser la cabeza, debe propender por un mejoramiento continuo, siendo futurista y no sólo profesionalizante. Debe estar inmersa en el interior de la problemática diaria, siendo abierta, receptiva, dispuesta a la auto evaluación, acreditada, una Universidad permanente, que eduque para la vida, para la paz, para la tolerancia. Una universidad esencialmente humanística, centro de formación donde reine la equidad, la calidad y lo relevante, institución capaz de generar crecimiento personal, despertando en el egresado la consciencia que ese crecimiento debe ser volcado sobre la sociedad para impulsar el desarrollo del país.
Debe la Universidad entrar a tomar parte de la lucha contra la violencia, ejerciendo una actividad preventiva. Tiene la universidad la obligación de entrar a preparar una nueva generación de individuos más comprometidos con la realidad, la nación, la historia y las nuevas condiciones. Debe la universidad abandonar la preparación en el aspecto puramente profesional de sus egresados. Debe generar una cohorte de egresados que con un conocimiento y una estructuración personal sólida, sean las bases para la destrucción de la corrupción, otro de los puntos de importancia en la génesis de la violencia cotidiana.
Algunos países, que hace apenas cincuenta años quedaron en la ruina y en la destrucción total, tras la Segunda Guerra Mundial, han florecido de nuevo, creciendo imponentes sus ciudades y por tanto sus gentes, sus pueblos, llegando a alcanzar elevados indicadores económicos y demográficos. La Universidad en ellos ha sido un instrumento importante para la reconstrucción y el establecimiento del desarrollo. Una universidad con metas y objetivos bien señalizados, verdaderas escuelas pedagógicas. Universidades que asumieron el reto del avance y desarrollo de la tecnología. Universidades de curriculum flexibles e interdisciplinarios, abiertas y permanentes, que prepararon el recurso humano que cumple un papel generador de progreso en el seno de la sociedad.